leyendas de los indigenas venezolanos
lunes, 23 de enero de 2017
jueves, 15 de diciembre de 2016
leyenda CARIBE
INDIOS CARIBES
Los Caribes se encontraban en las Islas Vírgenes, muchas de las Antillas Menores y en el extremo noroccidental de Trinidad.
Antes de la llegada de los conquistadores, el valle del Ávila estaba poblado por tribus de caribes, y algunos nombres de caciques y de sus tribus originaron los de poblaciones de la región, como Los Caracas, Los Naiquatá, y otros, y la mole que separaba el valle del mar era llamada la "Sierra Grande", luego EL AVILA hoy GUARAIRA REPANO.
Los indios caribes eran una etnia-nación. Constituyen el último grupo establecido en esta región del litoral, y se supone que llegaron por el Sur y Oriente del país, y en su avance desplazaron a los indios Arawacos hacia el Occidente. Ocuparon toda la región montañosa del norte de Venezuela, desde el Golfo de Paria hasta la depresión del Yaracuy, y entre sus tribus más importantes que se establecieron en esas costas estaban: Los Caracas, Teques, Píritus, Cumanagotos y Chaimas.Los Caribes eran guerreros. El gobierno estaba más descentralizado. Cada poblado era independiente, y uno o más jefes de guerra eran electos por cada isla.👨👨👋👋👋👋👂👂👍👍
Antes de la llegada de los conquistadores, el valle del Ávila estaba poblado por tribus de caribes, y algunos nombres de caciques y de sus tribus originaron los de poblaciones de la región, como Los Caracas, Los Naiquatá, y otros, y la mole que separaba el valle del mar era llamada la "Sierra Grande", luego EL AVILA hoy GUARAIRA REPANO.
Los indios caribes eran una etnia-nación. Constituyen el último grupo establecido en esta región del litoral, y se supone que llegaron por el Sur y Oriente del país, y en su avance desplazaron a los indios Arawacos hacia el Occidente. Ocuparon toda la región montañosa del norte de Venezuela, desde el Golfo de Paria hasta la depresión del Yaracuy, y entre sus tribus más importantes que se establecieron en esas costas estaban: Los Caracas, Teques, Píritus, Cumanagotos y Chaimas.Los Caribes eran guerreros. El gobierno estaba más descentralizado. Cada poblado era independiente, y uno o más jefes de guerra eran electos por cada isla.👨👨👋👋👋👋👂👂👍👍
INDIOS CARIBES
Los Caribes se encontraban en las Islas Vírgenes, muchas de las Antillas
Menores y en el extremo noroccidental de Trinidad.
Antes de la llegada de los conquistadores, el valle del Ávila estaba
poblado por tribus de caribes, y algunos nombres de caciques y de sus
tribus originaron los de poblaciones de la región, como Los Caracas, Los
Naiquatá, y otros, y la mole que separaba el valle del mar era llamada
la "Sierra Grande", luego EL AVILA hoy GUARAIRA REPANO.
Los indios caribes eran una etnia-nación. Constituyen el último grupo
establecido en esta región del litoral, y se supone que llegaron por el
Sur y Oriente del país, y en su avance desplazaron a los indios Arawacos
hacia el Occidente. Ocuparon toda la región montañosa del norte de
Venezuela, desde el Golfo de Paria hasta la depresión del Yaracuy, y
entre sus tribus más importantes que se establecieron en esas costas
estaban: Los Caracas, Teques, Píritus, Cumanagotos y Chaimas.Los Caribes
eran guerreros. El gobierno estaba más descentralizado. Cada poblado
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isla.
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INDIOS CARIBES
Los Caribes se encontraban en las Islas Vírgenes, muchas de las Antillas
Menores y en el extremo noroccidental de Trinidad.
Antes de la llegada de los conquistadores, el valle del Ávila estaba
poblado por tribus de caribes, y algunos nombres de caciques y de sus
tribus originaron los de poblaciones de la región, como Los Caracas, Los
Naiquatá, y otros, y la mole que separaba el valle del mar era llamada
la "Sierra Grande", luego EL AVILA hoy GUARAIRA REPANO.
Los indios caribes eran una etnia-nación. Constituyen el último grupo
establecido en esta región del litoral, y se supone que llegaron por el
Sur y Oriente del país, y en su avance desplazaron a los indios Arawacos
hacia el Occidente. Ocuparon toda la región montañosa del norte de
Venezuela, desde el Golfo de Paria hasta la depresión del Yaracuy, y
entre sus tribus más importantes que se establecieron en esas costas
estaban: Los Caracas, Teques, Píritus, Cumanagotos y Chaimas.Los Caribes
eran guerreros. El gobierno estaba más descentralizado. Cada poblado
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lunes, 21 de noviembre de 2016
¿Quienes son realmente los pemones?
Buenos días mis queridos blogueros hoy pues les voy a hablar sobre la historia de los PEMONES o un poco de su origen.😻
Viven en la majestuoso Gran Sabana.Se mueven con suma agilidad en la intrincada red de ríos trepidantes de Guayana. Tienen a los tepuyes,las tierras expuestas más antiguas del planeta,como el monumental marco de su cotidianidad.
Quisas te preguntaras esto.
¿Que tiene de raro entonces que el pemón sea un pueblo con una historia profunda,una religiosidad a flor de piel y una inclinación manifiesta hacia la literatura y la poesía?
Es sencillo y es profundo a la vez: la palabra pemón,en el idioma de este pueblo indígena venezolano,significa gente.
Autodenominarse así es su manera de distinguirse del resto del universo humano,formados por los otros pueblos originarios,la vasta diversidad de los criollos y también por los extranjeros que a menudo llegan a su territorio.
Igualmente es la manera de diferenciarse de las plantas y de los animales,pues estos también-en el concepto pemón- son seres con alma.El llamarse gente les permite,incluso,marcar distancia de las piedras donde, de acuerdo con sus creencias, moran espíritus desencarnados. Durante siglos,esta manera pemón de entender el mundo ha luchado por preservarse. Lo ha logrado en buena medida,pues el pueblo pemón mantiene en alto un rico legado religioso y un prodigioso conjunto de saberes,tradiciones y creencias.
Algunos aspectos de esta notable cultura ancestral Venezolana han sufrido los embates del contacto con el mundo no pemón.Por ejemplo,los misioneros católicos y adventistas han realizado una intensa labor de adoctrinamiento.Pero tal es la fuerza de sus convicciones que ninguna de estas religiones ha emergido triunfante del contacto.
Lo más que han logrado es que surjan manifestaciones de fe inéditas y exclusivas de la nación pemón.
Enclavados en una tierra de monumentales tepuyes y cerros, a los que consideran sagrados,propietarios de una fascinante cosmogonía, estos habitan en la Gran Sabana y sus alrededores constituyen otra de las múltiples caras de la venezolanidad originaria.
con roda sencillez,con toda su profundidad, son los pemón.La gente
Viven en la majestuoso Gran Sabana.Se mueven con suma agilidad en la intrincada red de ríos trepidantes de Guayana. Tienen a los tepuyes,las tierras expuestas más antiguas del planeta,como el monumental marco de su cotidianidad.
Quisas te preguntaras esto.
¿Que tiene de raro entonces que el pemón sea un pueblo con una historia profunda,una religiosidad a flor de piel y una inclinación manifiesta hacia la literatura y la poesía?
Es sencillo y es profundo a la vez: la palabra pemón,en el idioma de este pueblo indígena venezolano,significa gente.
Autodenominarse así es su manera de distinguirse del resto del universo humano,formados por los otros pueblos originarios,la vasta diversidad de los criollos y también por los extranjeros que a menudo llegan a su territorio.
Igualmente es la manera de diferenciarse de las plantas y de los animales,pues estos también-en el concepto pemón- son seres con alma.El llamarse gente les permite,incluso,marcar distancia de las piedras donde, de acuerdo con sus creencias, moran espíritus desencarnados. Durante siglos,esta manera pemón de entender el mundo ha luchado por preservarse. Lo ha logrado en buena medida,pues el pueblo pemón mantiene en alto un rico legado religioso y un prodigioso conjunto de saberes,tradiciones y creencias.
Algunos aspectos de esta notable cultura ancestral Venezolana han sufrido los embates del contacto con el mundo no pemón.Por ejemplo,los misioneros católicos y adventistas han realizado una intensa labor de adoctrinamiento.Pero tal es la fuerza de sus convicciones que ninguna de estas religiones ha emergido triunfante del contacto.
Lo más que han logrado es que surjan manifestaciones de fe inéditas y exclusivas de la nación pemón.
Enclavados en una tierra de monumentales tepuyes y cerros, a los que consideran sagrados,propietarios de una fascinante cosmogonía, estos habitan en la Gran Sabana y sus alrededores constituyen otra de las múltiples caras de la venezolanidad originaria.
con roda sencillez,con toda su profundidad, son los pemón.La gente

jueves, 17 de noviembre de 2016
El arawak y la hija de Anianima
En cierta ocasión, un joven Arawak, valeroso y hábil cazador, apresó a una de estas aves. Era un hermoso ejemplar, de magníficas plumas y profunda mirada. El Arawak caminó hacia su casa, en donde su anciana y buena madre esperaba su llegada. El afortunado cazador avanzaba, bien ignorante de que llevaba entre sus brazos a una encantadora doncella: la hija de Anuanima, el soberano de las celestes regiones. Despertóse en la joven repentino y poderoso amor hacia su raptor. Deseosa de darse a conocer, dejó caer el blando y espeso plumaje que la cubría y se ofreció a la vista del Arawak bajo el aspecto de una muchacha de maravillosa y fascinadora belleza. Presa de apasionado anhelo, que vencía a su pudorosa turbación, la hija de Anuanima declaró su amor al Arawak, y él la tomó por esposa.
Y, seguidamente, la princesa de la celeste región ascendió a su elevada morada y refirió a su padre y señor cuanto le había sucedido. Y suplicó que fuera recibido entre ellos su amante, que, sobre la tierra baja, esperaba, ansioso, el momento de reunirse con su esposa. Y después de muchos y ardientes ruegos, consiguió vencer la soberbia resistencia paterna, y el joven Arawak fue conducido a presencia del soberano de los aires, quien ratificó y bendijo la unión de su hermosa hija con el cazador.
Largo tiempo pasó, durante el cual ninguna nube empañó la felicidad de los esposos. Arawak vivía contento en su nueva patria, sin añorar en absoluto los paisajes ni gentes de su antigua habitación terrena. Tan sólo el recuerdo de su querida madre, que había quedado sola en la tierra, ponía una sombra de amargura en su dicha. Un día se decidió a solicitar autorización para visitarla y abrazarla, acaso por última vez. Y tomándole entre sus garras, los buitres reales le depositaron sobre un elevadísimo árbol, cuyo tronco estaba recubierto de una dura corteza, erizada de agudísimas espinas. Y abandonándole allí, remontaron el vuelo. Arawak llamó a los habitantes del bosque, a los nobles animales que respiran bajo las nubes y se guarecen junto a la tierra, y acudieron, compadecidos, los pájaros y las aves, que con el concurso de sus alas le ayudaron a descender, y las arañas, tendiendo habilidosamente sus cuerdas, fabricaron para él una resistente escala. Corrió a la casa materna y abrazó repetidas veces, entre lágrimas de alegría, a su querida madre.
Y cuando después intentó remontarse nuevamente a la región de los celestes habitantes, no pudo. Durante varios años luchó vanamente por reunirse con su querida esposa, y al dolor de su fracaso se unió el de verse convertido en el blanco de la airada persecución de los buitres reales. Su extraordinaria audacia le libró de mil difíciles riesgos; mas su apasionado amor por la hija de Anuanima le impidió deponer el desesperado tesón con que se empeñó en su inútil empresa.
Y también en esta ocasión los pájaros del bosque amigo le ayudaron, y, aunando sus fuerzas, remontaron a Arawak hasta el celeste reino de Anuanima. Un muchacho gallardo, apuesto y valeroso, le cerró el paso. En su arrogancia, en sus nobles facciones, en su acometividad, hubiérase reconocido al propio Arawak. Trabóse tenaz combate, y al fin el noble héroe cayó muerto, bajo los asaltos de su adversario, que no era, sino su propio hijo, que había nacido después del descenso de su padre a la tierra, y que había crecido en el odio y la lucha contra su progenito
GRAN LEYENDA
La deidad del mal en la mitología indígena
El Pemón, así como se siente hijo y protegido por su Dios, cree que oculto en las sombras existe una deidad del mal que los acecha. Acaso Ahrinán, principio del mal, opuesto a Ormuz, principio del bien, en la religión de Zoroastro, pero que ellos llaman Canaíma.
En su novela del mismo nombre, Gallegos dice que
Canaima es “la sombría divinidad de los guaicas y makiritares, el dios
frenético, principio del mal y causa de todos los males que disputa el mundo a
Cajuña el bueno”.
Canaima, según las situaciones, suele transformarse y
tomar la forma de una bestia o de un mamífero alado como el murciélago y de
hecho al murciélago descomunal que habitaba en una cueva de Guaquinima solían
confundirlo con Canaima.
A la imponente Meseta Guaquinima, en la
cabecera del Carapo, afluente del río Paragua, hito que marca la frontera de
sus predios, los Pemón la conocen como Maripa-Tepuy y los Yecuana o Maquiritare
como Dede-Jidi que en su lengua significa lo mismo: ”Meseta del Murciélago”.
“Meseta del Murciélago” porque según
leyenda publicada por el explorador Charles Brewer Carías, allí existe una
enorme cueva o galería donde residía un Murciélago descomunalmente inmenso
acompañado de toda su familia alada y al que las comunidades indígenas de la
región guardaban un respeto tenebroso que los obligaba, por temor, a hacerle
frecuentes ofrendas humanas con las cuales se alimentaba.
Un joven guerrero deseoso de acabar con
ese miedo, ató un tizón a la pierna de la víctima escogida en la ocasión para
el sacrificio y cuando el Murciélago vino de noche por su tributo, el tizón se
avivó durante del curso del vuelo y generó una estela de humo incandescente que
señaló la ruta hacia la guarida o cueva hasta entonces desconocida. Siguiendo
esa ruta toda la noche hasta el amanecer, el ingenioso y valiente joven
guerrero sorprendió al membranoso individuo y le dio muerte de un solo y
certero disparo con su flecha envenenada.
Desde entonces se agotó el miedo entre
las etnias aborígenes y la
Meseta del Guaquinima quedó con el cognomento de Maripa-tepuy
para los Pemón y Dede-jidi para los Yecuana. El nombre de Maripa, capital
actual del Municipio Sucre, lo adoptó el doctrinero Ramón Espinoza al fundarla
en 1842 con un grupo de indígenas que moraban en la zona.
El escritor José Berti, en su novela “Hacia el Oeste
corre el Antabare”, hace mención de una leyenda de los Arecunas, habitantes de
ese afluente del Caroní y dice que como muchas otras tribus, no creen en la
muerte natural y para explicarse su eterna desaparición, concibieron a Canaima,
divinidad del mal que ellos imaginan como un extraño indio vestido de noche sin
luna, que habita los recónditos parajes de la selva y aparece en todas partes
con diferentes nombres, siempre armado de un garrote de tres filos y una tapara
de yare para golpear o envenenar a sus víctimas.
Los arecunas tienen un dios, provisto
de dos cabezas como Jano. La de la derecha con el nombre de Atictó, representa
al bien y la de la izquierda con el nombre de Ueue, representa el mal. Cada
representante del bien y del mal tiene adelantados que habitan sobre las cumbres de los Tepuyes y hacia los cuales
debe intervenir el Piatsan, especie de mensajero pendiente siempre de los
problemas del pueblo. Cuando un arekuna se enferma el Piatsan transmite el
mensaje a esos espíritus del bien y del mal que habitan sobre los Tepuyes.
Estos, los Mabaritón, y los Canaimatón alzan su vuelo y se posan sobre las
cabezas del Dios. Si se inclinan primero Ataictó, el enfermo se salvará, si por
el contrario lo hace primero Ueue, el paciente morirá.
Y a propósito del Guaquinima que es una meseta o
tepuy, los Yecuana o Maquiritare tienen su propia teoría mitológica que
contaremos en la próxima edición, pero antes nos referimos a los ríos de
Guayana.
Sucedió que al comienzo todo era tierra
desolada y los habitantes no disponían de otro alimento que la misma tierra, el
agua que le proporcionaba en sus mandíbula la hormiga Yak transportada desde
una laguna ignota del cielo y el casabe que les traía desde el mismo cielo o
Kajuña un espíritu bondadoso llamado Demodene. Así rutinariamente transcurría
la vida en la tierra hasta que Odosha, un espíritu maligno, se apareció y
espantó a la Yak
y al Demodene haciendo la vida más penosa y difícil.
Cuando ello ocurrió se presentó el
Vencejo, un pájaro grandioso que los indios llaman Dariche y les prometió hacer
un esfuerzo alado por llegar hasta el Lago Aku-Ena del cielo y hacer que el
agua llegara de algún modo hasta la tierra. Así ocurrió y surgió el Casiquiare,
pero las aguas confusas no sabían hacia donde dirigirse y a los primitivos
habitantes se les hacía harto difícil de proveerse del precioso líquido. Ante
esa situación, Kush (el Cuchicuchi) confesó haber descubierto el camino del
Demodede para llegar hasta el lugar del cielo de la yuca y el casabe y con la
ayuda de todos comenzó a trepar por un árbol cuya copa se perdía en las nubes
miércoles, 9 de noviembre de 2016
Buenos dias esta es una de las leyandas que les estare contando en este blog y empezaremos hablando de los PEMONES o la egnia PEMON espero que la lean y me dejen sus comentarios
LEYENDA PEMÓN
“Hace mucho tiempo el Sol era un indio, que se dedicaba a desbrozar montaña y quemarla (hacer conuco) para sembrar ocumo.
El sólo comía ocumo*; su cara era brillante.
En día que se fue a beber agua y bañarse en un riachuelo (quebrada) después del trabajo, al acercarse, sintió en un pozo de agua como el remolino de una persona que se sumerge. Y quedó pensando qué sería aquello.
Otro día volvió con más sigilo al pozo de agua y vio a una mujer pequeña, pero de una cabellera larguísima, que le llegaba a los pies.
Estaba bañándose y jugando y batiendo el agua con sus cabellos. Pero ella se dio cuenta de que venía el Sol y se sumergió en lo profundo del pozo.
Pero el Sol aún logró asirla por la cabellera. “a mi no, a mi no”, gritó aquel ser, que se llamaba Tuenkarón. Y dijo más: “Yo te enviaré una mujer para que sea tu compañera y esposa”. Y entonces el Sol soltó su cabellera y dejó irse a Tuenkarón
Al otro día, estando el Sol limpiando el conuco y juntando los árboles para pegarles fuego, vio venir a una mujer blanca, que le enviaba Tuenkarón.
“¿Ya limpiaste el conuco?”, le preguntó la mujer. El Sol le contesto: “aún no, apenas he limpiado más que este pedacito que ves y he juntado estos pocos montones”.
Después dijo el Sol a la mujer: “Saca esos ocumos, que yo asé, del rescoldo para comer”. Sacólos de las brasas la mujer y le dijo al Sol:
“Aquí está”. Y comieron. Después dijo el Sol a la mujer: “Pega fuego a los montones, que yo junté”. Y la mujer pegó fuego a los montones con un palo rajado y conchas secas.
Cuando terminó de pegar fuego la mujer dijo “ya está”, volvió a decirle el Sol:
“Ahora vete a buscar agua”.
La mujer se fue a la quebrada con su camaza, se agachó para recoger el agua. Mientras la estaba cogiendo y llenando la camaza, se le ablandaron las puntas de las manos (los dedos), y después los brazos y todo el cuerpo. Y así quedó aplastada como un montoncito de arcilla.Porque aquella mujer estaba hecha con tierra blanca.
En vista de que la mujer no volvía, el Sol se fue a buscarla. Y cuando llegó a la quebrada, encontró el pozo con el agua de color terroso: era la mujer que se había desecho enturbiando el agua. Entonces el Sol, disgustado, dijo:
“Eso es lo que me manda Tuenkarón, una mujer que no sirve ni para coger agua”.
Después se subió más arriba a beber agua no turbia. Y, como estaba atardeciendo, el Sol se fue a dormir a su casa. Cuando amaneció y fue otro día, el Sol tornó a su conuco a trabajar en la limpieza.
Mientras trabajaba, al mediodía, cuando ya iba a comer, Tuenkarón le mandó otra mujer, negra como la gente de esta raza.
La mujer le preguntó al Sol: “¿Ya limpiaste el conuco?”.
“Si y no”, respondió el Sol, “apenas he limpiado ese poquito que tu ves”.
Después le dijo también: “Vete a buscarme agua para beber, para que comamos juntos”.
La mujer se fue a la quebrada, trajo el agua y comieron el ocumo. Después de comer, el Sol se pegó de nuevo al trabajo y le dijo a la mujer:
“Mientras yo sigo amontonando, tú pega fuego a los montones ya hechos”. La mujer cogió un palo rajado para ir a pegar fuego
Se arrodilló junto a unas brasas, sopló para levantar la llama, pero el fuego le calentó la cara y de ahí se fue derritiendo por los brazos y por todo el cuerpo; y así quedó aplastada como un montón de cera silvestre.
Porque aquella mujer estaba hecha con cera.
El Sol se volteó repetidas veces para ver el fuego que iba prendiendo; pero como no veía humear ningún montón, se fue a ver qué pasaba con la mujer.
E iba diciendo: “Pues si le dije que fuera pegando a los montones”. Pero ¡qué sorpresa!, al acercarse, encontró a la mujer derretida y convertida en un montón de cera.
Entonces el Sol se fue a la quebrada y dijo: “Hay que ver qué malo y embustero es Tuenkarón.
Pues bien; ahora yo voy a secar esta quebrada, yo voy a secar toda el agua”.
Pero Tuenkarón, sin dejarse ver, le contestó: “No, no; no hagas eso; espera que yo te voy a mandar una mujer”.
Pero aquél día no se le sentó al Sol la semilla en el vientre (no se le sosegó el corazón). Aquella noche se acostó bravo. Pero al otro día, cuando hubo amanecido, el Sol se fue, según su costumbre, a trabajar en su conuco.
Y estando inclinado sobre su trabajo, se le presentó otra mujer de color rojizo (de laja), con una olla en su mano.
La mujer, poniéndose delante, le preguntó:
“¿Ya limpiaste el conuco?”
Pero el Sol no le contestó, como si no oyera, escamado con los engaños pasados.
“¿Por qué no me contestas?”, volvió a preguntarle la mujer.
El Sol le contestó: “Porque todas sois embusteras; todas os aplastáis y os derretís”.
“Si es así, replicó la mujer, me regreso a Tuenkarón”.
Pero el Sol le dijo: “Bueno espera que yo te pruebe”.
Y entonces le mandó pegar fuego, y lo pegó y no se derritió.
Y le mandó traer agua; y la trajo y al cogerla, no se ablandó.
Después le mandó cocinar ocumo en la olla; y el Sol vio cómo la colocaba sobre unas piedras y cómo hacía el fuego.
El Sol observó con cuidado todas sus costumbres y habilidades.
Cuando comenzaba a atardecer, la mujer dijo al Sol:
“Yo vine para regresar”.
Bueno, le contestó el Sol; hazme comida para que regreses”.
Y después que la hizo, la mujer le dijo al Sol: “Ea, me voy; me voy para regresar mañana temprano”.
El Sol le dijo también: “Sí, vente bien de mañana”.
Al otro día el Sol se fue más temprano que de costumbre al trabajo.
La mujer vino también muy temprano.
El Sol volvió a probar otra vez a la mujer: le mandó traer agua, le mandó hacer fuego, le mandó hacer comida. Y, viendo que ni se ablandaba, ni se derretía, ni se rajaba, le cayó en agrado y le llenó los ojos (las aspiraciones o deseos).
Al caer la tarde, fueron a bañarse juntos a la quebrada; y entonces el Sol vio muy bien que la mujer era rojiza, como los pedazos de piedra de fuego que suele haber en los lechos de los ríos.
No era blanca ni tampoco negra.
El Sol le dijo entonces a la mujer: “Vámonos a mi casa”.
Pero la mujer le dijo: “No se lo dije a Tuenkarón”.
“Eso qué tiene que ver”, le replicó el Sol.
Pero la mujer le contestó: “Eso no lo puedo hacer de ninguna manera”.
“Entonces, dijo el Sol, vente bien temprano a prepararme la comida”.
“Está bien, le dijo ella, y también le diré a Tuenkarón para quedarme contigo”
. Y efectivamente, al otro día la mujer vino muy temprano, le hizo comida cocida, le asó ocumo, arrancó yuca, la ralló e hizo casabe. Aquel día se quedó a dormir con el Sol y desde aquél día vivieron siempre juntos. Y encontraron (tuvieron) varios hijos; y esos fueron los Makunaima.
Algunos indios dicen que los nombres de la madre de ellos era Aromapaduén. Y que los nombres de los hijos fueron los siguientes: Meriwarek, el primogénito; luego Chiwadapuén, hembra; Arawadapuén, segunda hija, y Arukadarí, el más pequeño, que muchas veces se le llama Chiké". FIN.
*El ocumo (Xanthosoma sagittifolium)
El ocumo, conocido también como turmero, guaje, malanga, mafafa, etc, en realidad son dos plantas herbáceas de la familia de las Aráceas, denominadas científicamente Xanthosoma sagittifolium y Colocasia esculenta, cuyos tubérculos son utilizados como alimento en Venezuela y en otras regiones de la América Central y de las Antillas.
Esta planta es perenne, llega a medir 1,5 metros de altura, con rizoma caulescente erguido. Sus hojas son grandes, pecioladas, aovado-sagitadas. Sus flores son blancas, aflechadas, de inflorescencia en un espádice carnoso, cilíndrico. Vive en lugares cálidos, húmedos y sombreados; es silvestre y se cultiva con fines alimenticios, medicinales y ornamentales. En inglés esta planta se llama elephant ear, malanga root.
LEYENDA PEMÓN
“Hace mucho tiempo el Sol era un indio, que se dedicaba a desbrozar montaña y quemarla (hacer conuco) para sembrar ocumo.
El sólo comía ocumo*; su cara era brillante.
En día que se fue a beber agua y bañarse en un riachuelo (quebrada) después del trabajo, al acercarse, sintió en un pozo de agua como el remolino de una persona que se sumerge. Y quedó pensando qué sería aquello.
Otro día volvió con más sigilo al pozo de agua y vio a una mujer pequeña, pero de una cabellera larguísima, que le llegaba a los pies.
Estaba bañándose y jugando y batiendo el agua con sus cabellos. Pero ella se dio cuenta de que venía el Sol y se sumergió en lo profundo del pozo.
Pero el Sol aún logró asirla por la cabellera. “a mi no, a mi no”, gritó aquel ser, que se llamaba Tuenkarón. Y dijo más: “Yo te enviaré una mujer para que sea tu compañera y esposa”. Y entonces el Sol soltó su cabellera y dejó irse a Tuenkarón
Al otro día, estando el Sol limpiando el conuco y juntando los árboles para pegarles fuego, vio venir a una mujer blanca, que le enviaba Tuenkarón.
“¿Ya limpiaste el conuco?”, le preguntó la mujer. El Sol le contesto: “aún no, apenas he limpiado más que este pedacito que ves y he juntado estos pocos montones”.
Después dijo el Sol a la mujer: “Saca esos ocumos, que yo asé, del rescoldo para comer”. Sacólos de las brasas la mujer y le dijo al Sol:
“Aquí está”. Y comieron. Después dijo el Sol a la mujer: “Pega fuego a los montones, que yo junté”. Y la mujer pegó fuego a los montones con un palo rajado y conchas secas.
Cuando terminó de pegar fuego la mujer dijo “ya está”, volvió a decirle el Sol:
“Ahora vete a buscar agua”.
La mujer se fue a la quebrada con su camaza, se agachó para recoger el agua. Mientras la estaba cogiendo y llenando la camaza, se le ablandaron las puntas de las manos (los dedos), y después los brazos y todo el cuerpo. Y así quedó aplastada como un montoncito de arcilla.Porque aquella mujer estaba hecha con tierra blanca.
En vista de que la mujer no volvía, el Sol se fue a buscarla. Y cuando llegó a la quebrada, encontró el pozo con el agua de color terroso: era la mujer que se había desecho enturbiando el agua. Entonces el Sol, disgustado, dijo:
“Eso es lo que me manda Tuenkarón, una mujer que no sirve ni para coger agua”.
Después se subió más arriba a beber agua no turbia. Y, como estaba atardeciendo, el Sol se fue a dormir a su casa. Cuando amaneció y fue otro día, el Sol tornó a su conuco a trabajar en la limpieza.
Mientras trabajaba, al mediodía, cuando ya iba a comer, Tuenkarón le mandó otra mujer, negra como la gente de esta raza.
La mujer le preguntó al Sol: “¿Ya limpiaste el conuco?”.
“Si y no”, respondió el Sol, “apenas he limpiado ese poquito que tu ves”.
Después le dijo también: “Vete a buscarme agua para beber, para que comamos juntos”.
La mujer se fue a la quebrada, trajo el agua y comieron el ocumo. Después de comer, el Sol se pegó de nuevo al trabajo y le dijo a la mujer:
“Mientras yo sigo amontonando, tú pega fuego a los montones ya hechos”. La mujer cogió un palo rajado para ir a pegar fuego
Se arrodilló junto a unas brasas, sopló para levantar la llama, pero el fuego le calentó la cara y de ahí se fue derritiendo por los brazos y por todo el cuerpo; y así quedó aplastada como un montón de cera silvestre.
Porque aquella mujer estaba hecha con cera.
El Sol se volteó repetidas veces para ver el fuego que iba prendiendo; pero como no veía humear ningún montón, se fue a ver qué pasaba con la mujer.
E iba diciendo: “Pues si le dije que fuera pegando a los montones”. Pero ¡qué sorpresa!, al acercarse, encontró a la mujer derretida y convertida en un montón de cera.
Entonces el Sol se fue a la quebrada y dijo: “Hay que ver qué malo y embustero es Tuenkarón.
Pues bien; ahora yo voy a secar esta quebrada, yo voy a secar toda el agua”.
Pero Tuenkarón, sin dejarse ver, le contestó: “No, no; no hagas eso; espera que yo te voy a mandar una mujer”.
Pero aquél día no se le sentó al Sol la semilla en el vientre (no se le sosegó el corazón). Aquella noche se acostó bravo. Pero al otro día, cuando hubo amanecido, el Sol se fue, según su costumbre, a trabajar en su conuco.
Y estando inclinado sobre su trabajo, se le presentó otra mujer de color rojizo (de laja), con una olla en su mano.
La mujer, poniéndose delante, le preguntó:
“¿Ya limpiaste el conuco?”
Pero el Sol no le contestó, como si no oyera, escamado con los engaños pasados.
“¿Por qué no me contestas?”, volvió a preguntarle la mujer.
El Sol le contestó: “Porque todas sois embusteras; todas os aplastáis y os derretís”.
“Si es así, replicó la mujer, me regreso a Tuenkarón”.
Pero el Sol le dijo: “Bueno espera que yo te pruebe”.
Y entonces le mandó pegar fuego, y lo pegó y no se derritió.
Y le mandó traer agua; y la trajo y al cogerla, no se ablandó.
Después le mandó cocinar ocumo en la olla; y el Sol vio cómo la colocaba sobre unas piedras y cómo hacía el fuego.
El Sol observó con cuidado todas sus costumbres y habilidades.
Cuando comenzaba a atardecer, la mujer dijo al Sol:
“Yo vine para regresar”.
Bueno, le contestó el Sol; hazme comida para que regreses”.
Y después que la hizo, la mujer le dijo al Sol: “Ea, me voy; me voy para regresar mañana temprano”.
El Sol le dijo también: “Sí, vente bien de mañana”.
Al otro día el Sol se fue más temprano que de costumbre al trabajo.
La mujer vino también muy temprano.
El Sol volvió a probar otra vez a la mujer: le mandó traer agua, le mandó hacer fuego, le mandó hacer comida. Y, viendo que ni se ablandaba, ni se derretía, ni se rajaba, le cayó en agrado y le llenó los ojos (las aspiraciones o deseos).
Al caer la tarde, fueron a bañarse juntos a la quebrada; y entonces el Sol vio muy bien que la mujer era rojiza, como los pedazos de piedra de fuego que suele haber en los lechos de los ríos.
No era blanca ni tampoco negra.
El Sol le dijo entonces a la mujer: “Vámonos a mi casa”.
Pero la mujer le dijo: “No se lo dije a Tuenkarón”.
“Eso qué tiene que ver”, le replicó el Sol.
Pero la mujer le contestó: “Eso no lo puedo hacer de ninguna manera”.
“Entonces, dijo el Sol, vente bien temprano a prepararme la comida”.
“Está bien, le dijo ella, y también le diré a Tuenkarón para quedarme contigo”
. Y efectivamente, al otro día la mujer vino muy temprano, le hizo comida cocida, le asó ocumo, arrancó yuca, la ralló e hizo casabe. Aquel día se quedó a dormir con el Sol y desde aquél día vivieron siempre juntos. Y encontraron (tuvieron) varios hijos; y esos fueron los Makunaima.
Algunos indios dicen que los nombres de la madre de ellos era Aromapaduén. Y que los nombres de los hijos fueron los siguientes: Meriwarek, el primogénito; luego Chiwadapuén, hembra; Arawadapuén, segunda hija, y Arukadarí, el más pequeño, que muchas veces se le llama Chiké". FIN.
*El ocumo (Xanthosoma sagittifolium)
El ocumo, conocido también como turmero, guaje, malanga, mafafa, etc, en realidad son dos plantas herbáceas de la familia de las Aráceas, denominadas científicamente Xanthosoma sagittifolium y Colocasia esculenta, cuyos tubérculos son utilizados como alimento en Venezuela y en otras regiones de la América Central y de las Antillas.
Esta planta es perenne, llega a medir 1,5 metros de altura, con rizoma caulescente erguido. Sus hojas son grandes, pecioladas, aovado-sagitadas. Sus flores son blancas, aflechadas, de inflorescencia en un espádice carnoso, cilíndrico. Vive en lugares cálidos, húmedos y sombreados; es silvestre y se cultiva con fines alimenticios, medicinales y ornamentales. En inglés esta planta se llama elephant ear, malanga root.
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