lunes, 21 de noviembre de 2016

¿Quienes son realmente los pemones?

Buenos d铆as mis queridos blogueros hoy pues les voy a hablar sobre la historia de los PEMONES o un poco de su origen.馃樆

Viven en la majestuoso Gran Sabana.Se mueven con suma agilidad en la intrincada red de r铆os trepidantes de Guayana. Tienen a los tepuyes,las tierras expuestas m谩s antiguas del planeta,como el monumental marco de su cotidianidad.

Quisas te preguntaras esto.

¿Que tiene de raro entonces que el pem贸n sea un pueblo con una historia profunda,una religiosidad a flor de piel y una inclinaci贸n manifiesta hacia la literatura y la poes铆a?

Es sencillo y es profundo a la vez: la palabra pem贸n,en el idioma de este pueblo ind铆gena venezolano,significa gente.

Autodenominarse as铆 es su manera de distinguirse del resto del universo humano,formados por los otros pueblos originarios,la vasta diversidad de los criollos y tambi茅n por los extranjeros que a menudo llegan a su territorio.

Igualmente es la manera de diferenciarse de las plantas y de los animales,pues estos tambi茅n-en el concepto pem贸n- son seres con alma.El llamarse gente les permite,incluso,marcar distancia de las piedras donde, de acuerdo con sus creencias, moran esp铆ritus desencarnados. Durante siglos,esta manera pem贸n de entender el mundo ha luchado por preservarse. Lo ha logrado en buena medida,pues el pueblo pem贸n mantiene en alto un rico legado religioso y un prodigioso conjunto de saberes,tradiciones y creencias.

Algunos aspectos de esta notable cultura ancestral Venezolana han sufrido los embates del contacto con el mundo no pem贸n.Por ejemplo,los misioneros cat贸licos y adventistas  han realizado una intensa labor de adoctrinamiento.Pero tal es la fuerza de sus convicciones que ninguna de estas religiones ha emergido triunfante del contacto.

Lo m谩s que han logrado es que surjan manifestaciones de fe in茅ditas y exclusivas de la naci贸n pem贸n.

Enclavados en una tierra de monumentales tepuyes y cerros, a los que consideran sagrados,propietarios de una fascinante cosmogon铆a, estos habitan en la Gran Sabana y sus alrededores constituyen otra de las m煤ltiples caras de la venezolanidad  originaria.

con roda sencillez,con toda su profundidad, son los pem贸n.La gente



jueves, 17 de noviembre de 2016

El arawak y la hija de Anianima


Sobre los campos de la Guayana se ciernen, majestuosamente, verdaderas bandadas de buitres reales, que cruzan con vuelo magn铆fico el cielo. Y refiere la tradici贸n que estas aves, cuando llegan a las alturas, sobre las nubes y los aires, abandonan su plumaje y adoptan la forma humana, que es la que en realidad les corresponde y que por alg煤n extra帽o maleficio - o acaso privilegio - no deben ostentar cuando descienden a las bajas regiones terrestres.
En cierta ocasi贸n, un joven Arawak, valeroso y h谩bil cazador, apres贸 a una de estas aves. Era un hermoso ejemplar, de magn铆ficas plumas y profunda mirada. El Arawak camin贸 hacia su casa, en donde su anciana y buena madre esperaba su llegada. El afortunado cazador avanzaba, bien ignorante de que llevaba entre sus brazos a una encantadora doncella: la hija de Anuanima, el soberano de las celestes regiones. Despert贸se en la joven repentino y poderoso amor hacia su raptor. Deseosa de darse a conocer, dej贸 caer el blando y espeso plumaje que la cubr铆a y se ofreci贸 a la vista del Arawak bajo el aspecto de una muchacha de maravillosa y fascinadora belleza. Presa de apasionado anhelo, que venc铆a a su pudorosa turbaci贸n, la hija de Anuanima declar贸 su amor al Arawak, y 茅l la tom贸 por esposa.
Y, seguidamente, la princesa de la celeste regi贸n ascendi贸 a su elevada morada y refiri贸 a su padre y se帽or cuanto le hab铆a sucedido. Y suplic贸 que fuera recibido entre ellos su amante, que, sobre la tierra baja, esperaba, ansioso, el momento de reunirse con su esposa. Y despu茅s de muchos y ardientes ruegos, consigui贸 vencer la soberbia resistencia paterna, y el joven Arawak fue conducido a presencia del soberano de los aires, quien ratific贸 y bendijo la uni贸n de su hermosa hija con el cazador.
Largo tiempo pas贸, durante el cual ninguna nube empa帽贸 la felicidad de los esposos. Arawak viv铆a contento en su nueva patria, sin a帽orar en absoluto los paisajes ni gentes de su antigua habitaci贸n terrena. Tan s贸lo el recuerdo de su querida madre, que hab铆a quedado sola en la tierra, pon铆a una sombra de amargura en su dicha. Un d铆a se decidi贸 a solicitar autorizaci贸n para visitarla y abrazarla, acaso por 煤ltima vez. Y tom谩ndole entre sus garras, los buitres reales le depositaron sobre un elevad铆simo 谩rbol, cuyo tronco estaba recubierto de una dura corteza, erizada de agud铆simas espinas. Y abandon谩ndole all铆, remontaron el vuelo. Arawak llam贸 a los habitantes del bosque, a los nobles animales que respiran bajo las nubes y se guarecen junto a la tierra, y acudieron, compadecidos, los p谩jaros y las aves, que con el concurso de sus alas le ayudaron a descender, y las ara帽as, tendiendo habilidosamente sus cuerdas, fabricaron para 茅l una resistente escala. Corri贸 a la casa materna y abraz贸 repetidas veces, entre l谩grimas de alegr铆a, a su querida madre.
Y cuando despu茅s intent贸 remontarse nuevamente a la regi贸n de los celestes habitantes, no pudo. Durante varios a帽os luch贸 vanamente por reunirse con su querida esposa, y al dolor de su fracaso se uni贸 el de verse convertido en el blanco de la airada persecuci贸n de los buitres reales. Su extraordinaria audacia le libr贸 de mil dif铆ciles riesgos; mas su apasionado amor por la hija de Anuanima le impidi贸 deponer el desesperado tes贸n con que se empe帽贸 en su in煤til empresa.
Y tambi茅n en esta ocasi贸n los p谩jaros del bosque amigo le ayudaron, y, aunando sus fuerzas, remontaron a Arawak hasta el celeste reino de Anuanima. Un muchacho gallardo, apuesto y valeroso, le cerr贸 el paso. En su arrogancia, en sus nobles facciones, en su acometividad, hubi茅rase reconocido al propio Arawak. Trab贸se tenaz combate, y al fin el noble h茅roe cay贸 muerto, bajo los asaltos de su adversario, que no era, sino su propio hijo, que hab铆a nacido despu茅s del descenso de su padre a la tierra, y que hab铆a crecido en el odio y la lucha contra su progenito



GRAN LEYENDA

La deidad del mal en la mitolog铆a ind铆gena


El Pem贸n, as铆 como se siente hijo y protegido por su Dios, cree que oculto en las sombras existe una deidad del mal que los acecha. Acaso Ahrin谩n, principio del mal, opuesto a Ormuz, principio del bien, en la religi贸n de Zoroastro, pero que ellos llaman Cana铆ma.
En su novela del mismo nombre, Gallegos dice que Canaima es “la sombr铆a divinidad de los guaicas y makiritares, el dios fren茅tico, principio del mal y causa de todos los males que disputa el mundo a Caju帽a el bueno”.
Canaima, seg煤n las situaciones, suele transformarse y tomar la forma de una bestia o de un mam铆fero alado como el murci茅lago y de hecho al murci茅lago descomunal que habitaba en una cueva de Guaquinima sol铆an confundirlo con Canaima.
         A la imponente Meseta Guaquinima, en la cabecera del Carapo, afluente del r铆o Paragua, hito que marca la frontera de sus predios, los Pem贸n la conocen como Maripa-Tepuy y los Yecuana o Maquiritare como Dede-Jidi que en su lengua significa lo mismo:  ”Meseta del Murci茅lago”.   
         “Meseta del Murci茅lago” porque seg煤n leyenda publicada por el explorador Charles Brewer Car铆as, all铆 existe una enorme cueva o galer铆a donde resid铆a un Murci茅lago descomunalmente inmenso acompa帽ado de toda su familia alada y al que las comunidades ind铆genas de la regi贸n guardaban un respeto tenebroso que los obligaba, por temor, a hacerle frecuentes ofrendas humanas con las cuales se alimentaba. 
         Un joven guerrero deseoso de acabar con ese miedo, at贸 un tiz贸n a la pierna de la v铆ctima escogida en la ocasi贸n para el sacrificio y cuando el Murci茅lago vino de noche por su tributo, el tiz贸n se aviv贸 durante del curso del vuelo y gener贸 una estela de humo incandescente que se帽al贸 la ruta hacia la guarida o cueva hasta entonces desconocida. Siguiendo esa ruta toda la noche hasta el amanecer, el ingenioso y valiente joven guerrero sorprendi贸 al membranoso individuo y le dio muerte de un solo y certero disparo con su flecha envenenada.
         Desde entonces se agot贸 el miedo entre las etnias abor铆genes y la Meseta del Guaquinima qued贸 con el cognomento de Maripa-tepuy para los Pem贸n y Dede-jidi para los Yecuana. El nombre de Maripa, capital actual del Municipio Sucre, lo adopt贸 el doctrinero Ram贸n Espinoza al fundarla en 1842 con un grupo de ind铆genas que moraban en la zona.
         El escritor Jos茅 Berti, en su novela “Hacia el Oeste corre el Antabare”, hace menci贸n de una leyenda de los Arecunas, habitantes de ese afluente del Caron铆 y dice que como muchas otras tribus, no creen en la muerte natural y para explicarse su eterna desaparici贸n, concibieron a Canaima, divinidad del mal que ellos imaginan como un extra帽o indio vestido de noche sin luna, que habita los rec贸nditos parajes de la selva y aparece en todas partes con diferentes nombres, siempre armado de un garrote de tres filos y una tapara de yare para golpear o envenenar a sus v铆ctimas.
         Los arecunas tienen un dios, provisto de dos cabezas como Jano. La de la derecha con el nombre de Atict贸, representa al bien y la de la izquierda con el nombre de Ueue, representa el mal. Cada representante del bien y del mal tiene adelantados que habitan sobre  las cumbres de los Tepuyes y hacia los cuales debe intervenir el Piatsan, especie de mensajero pendiente siempre de los problemas del pueblo. Cuando un arekuna se enferma el Piatsan transmite el mensaje a esos esp铆ritus del bien y del mal que habitan sobre los Tepuyes. Estos, los Mabarit贸n, y los Canaimat贸n alzan su vuelo y se posan sobre las cabezas del Dios. Si se inclinan primero Ataict贸, el enfermo se salvar谩, si por el contrario lo hace primero Ueue, el paciente morir谩.
         Y a prop贸sito del Guaquinima que es una meseta o tepuy, los Yecuana o Maquiritare tienen su propia teor铆a mitol贸gica que contaremos en la pr贸xima edici贸n, pero antes nos referimos a los r铆os de Guayana.
         Sucedi贸 que al comienzo todo era tierra desolada y los habitantes no dispon铆an de otro alimento que la misma tierra, el agua que le proporcionaba en sus mand铆bula la hormiga Yak transportada desde una laguna ignota del cielo y el casabe que les tra铆a desde el mismo cielo o Kaju帽a un esp铆ritu bondadoso llamado Demodene. As铆 rutinariamente transcurr铆a la vida en la tierra hasta que Odosha, un esp铆ritu maligno, se apareci贸 y espant贸 a la Yak y al Demodene haciendo la vida m谩s penosa y dif铆cil.
         Cuando ello ocurri贸 se present贸 el Vencejo, un p谩jaro grandioso que los indios llaman Dariche y les prometi贸 hacer un esfuerzo alado por llegar hasta el Lago Aku-Ena del cielo y hacer que el agua llegara de alg煤n modo hasta la tierra. As铆 ocurri贸 y surgi贸 el Casiquiare, pero las aguas confusas no sab铆an hacia donde dirigirse y a los primitivos habitantes se les hac铆a harto dif铆cil de proveerse del precioso l铆quido. Ante esa situaci贸n, Kush (el Cuchicuchi) confes贸 haber descubierto el camino del Demodede para llegar hasta el lugar del cielo de la yuca y el casabe y con la ayuda de todos comenz贸 a trepar por un 谩rbol cuya copa se perd铆a en las nubes

mi茅rcoles, 9 de noviembre de 2016

Buenos dias esta es una de las leyandas que les estare contando en este blog y empezaremos hablando de los PEMONES o la egnia PEMON espero que la lean y me dejen sus comentarios 


LEYENDA PEM脫N
“Hace mucho tiempo el Sol era un indio, que se dedicaba a desbrozar monta帽a y quemarla (hacer conuco) para sembrar ocumo.
El s贸lo com铆a ocumo*; su cara era brillante.
En d铆a que se fue a beber agua y ba帽arse en un riachuelo (quebrada) despu茅s del trabajo, al acercarse, sinti贸 en un pozo de agua como el remolino de una persona que se sumerge. Y qued贸 pensando qu茅 ser铆a aquello.
Otro d铆a volvi贸 con m谩s sigilo al pozo de agua y vio a una mujer peque帽a, pero de una cabellera largu铆sima, que le llegaba a los pies.
Estaba ba帽谩ndose y jugando y batiendo el agua con sus cabellos. Pero ella se dio cuenta de que ven铆a el Sol y se sumergi贸 en lo profundo del pozo.
Pero el Sol a煤n logr贸 asirla por la cabellera. “a mi no, a mi no”, grit贸 aquel ser, que se llamaba Tuenkar贸n. Y dijo m谩s: “Yo te enviar茅 una mujer para que sea tu compa帽era y esposa”. Y entonces el Sol solt贸 su cabellera y dej贸 irse a Tuenkar贸n
Al otro d铆a, estando el Sol limpiando el conuco y juntando los 谩rboles para pegarles fuego, vio venir a una mujer blanca, que le enviaba Tuenkar贸n.
“¿Ya limpiaste el conuco?”, le pregunt贸 la mujer. El Sol le contesto: “a煤n no, apenas he limpiado m谩s que este pedacito que ves y he juntado estos pocos montones”.
Despu茅s dijo el Sol a la mujer: “Saca esos ocumos, que yo as茅, del rescoldo para comer”. Sac贸los de las brasas la mujer y le dijo al Sol:
“Aqu铆 est谩”. Y comieron. Despu茅s dijo el Sol a la mujer: “Pega fuego a los montones, que yo junt茅”. Y la mujer peg贸 fuego a los montones con un palo rajado y conchas secas.
Cuando termin贸 de pegar fuego la mujer dijo “ya est谩”, volvi贸 a decirle el Sol:
“Ahora vete a buscar agua”.
La mujer se fue a la quebrada con su camaza, se agach贸 para recoger el agua. Mientras la estaba cogiendo y llenando la camaza, se le ablandaron las puntas de las manos (los dedos), y despu茅s los brazos y todo el cuerpo. Y as铆 qued贸 aplastada como un montoncito de arcilla.Porque aquella mujer estaba hecha con tierra blanca.
En vista de que la mujer no volv铆a, el Sol se fue a buscarla. Y cuando lleg贸 a la quebrada, encontr贸 el pozo con el agua de color terroso: era la mujer que se hab铆a desecho enturbiando el agua. Entonces el Sol, disgustado, dijo:
“Eso es lo que me manda Tuenkar贸n, una mujer que no sirve ni para coger agua”.
Despu茅s se subi贸 m谩s arriba a beber agua no turbia. Y, como estaba atardeciendo, el Sol se fue a dormir a su casa. Cuando amaneci贸 y fue otro d铆a, el Sol torn贸 a su conuco a trabajar en la limpieza.
Mientras trabajaba, al mediod铆a, cuando ya iba a comer, Tuenkar贸n le mand贸 otra mujer, negra como la gente de esta raza.
La mujer le pregunt贸 al Sol: “¿Ya limpiaste el conuco?”.
“Si y no”, respondi贸 el Sol, “apenas he limpiado ese poquito que tu ves”.
Despu茅s le dijo tambi茅n: “Vete a buscarme agua para beber, para que comamos juntos”.
La mujer se fue a la quebrada, trajo el agua y comieron el ocumo. Despu茅s de comer, el Sol se peg贸 de nuevo al trabajo y le dijo a la mujer:
“Mientras yo sigo amontonando, t煤 pega fuego a los montones ya hechos”. La mujer cogi贸 un palo rajado para ir a pegar fuego
Se arrodill贸 junto a unas brasas, sopl贸 para levantar la llama, pero el fuego le calent贸 la cara y de ah铆 se fue derritiendo por los brazos y por todo el cuerpo; y as铆 qued贸 aplastada como un mont贸n de cera silvestre.
Porque aquella mujer estaba hecha con cera.
El Sol se volte贸 repetidas veces para ver el fuego que iba prendiendo; pero como no ve铆a humear ning煤n mont贸n, se fue a ver qu茅 pasaba con la mujer.
E iba diciendo: “Pues si le dije que fuera pegando a los montones”. Pero ¡qu茅 sorpresa!, al acercarse, encontr贸 a la mujer derretida y convertida en un mont贸n de cera.
Entonces el Sol se fue a la quebrada y dijo: “Hay que ver qu茅 malo y embustero es Tuenkar贸n.
Pues bien; ahora yo voy a secar esta quebrada, yo voy a secar toda el agua”.
Pero Tuenkar贸n, sin dejarse ver, le contest贸: “No, no; no hagas eso; espera que yo te voy a mandar una mujer”.
Pero aqu茅l d铆a no se le sent贸 al Sol la semilla en el vientre (no se le soseg贸 el coraz贸n). Aquella noche se acost贸 bravo. Pero al otro d铆a, cuando hubo amanecido, el Sol se fue, seg煤n su costumbre, a trabajar en su conuco.
Y estando inclinado sobre su trabajo, se le present贸 otra mujer de color rojizo (de laja), con una olla en su mano.
La mujer, poni茅ndose delante, le pregunt贸:
“¿Ya limpiaste el conuco?”
Pero el Sol no le contest贸, como si no oyera, escamado con los enga帽os pasados.
“¿Por qu茅 no me contestas?”, volvi贸 a preguntarle la mujer.
El Sol le contest贸: “Porque todas sois embusteras; todas os aplast谩is y os derret铆s”.
“Si es as铆, replic贸 la mujer, me regreso a Tuenkar贸n”.
Pero el Sol le dijo: “Bueno espera que yo te pruebe”.
Y entonces le mand贸 pegar fuego, y lo peg贸 y no se derriti贸.
Y le mand贸 traer agua; y la trajo y al cogerla, no se abland贸.
Despu茅s le mand贸 cocinar ocumo en la olla; y el Sol vio c贸mo la colocaba sobre unas piedras y c贸mo hac铆a el fuego.
El Sol observ贸 con cuidado todas sus costumbres y habilidades.
Cuando comenzaba a atardecer, la mujer dijo al Sol:
“Yo vine para regresar”.
Bueno, le contest贸 el Sol; hazme comida para que regreses”.
Y despu茅s que la hizo, la mujer le dijo al Sol: “Ea, me voy; me voy para regresar ma帽ana temprano”.
El Sol le dijo tambi茅n: “S铆, vente bien de ma帽ana”.
Al otro d铆a el Sol se fue m谩s temprano que de costumbre al trabajo.
La mujer vino tambi茅n muy temprano.
El Sol volvi贸 a probar otra vez a la mujer: le mand贸 traer agua, le mand贸 hacer fuego, le mand贸 hacer comida. Y, viendo que ni se ablandaba, ni se derret铆a, ni se rajaba, le cay贸 en agrado y le llen贸 los ojos (las aspiraciones o deseos).
Al caer la tarde, fueron a ba帽arse juntos a la quebrada; y entonces el Sol vio muy bien que la mujer era rojiza, como los pedazos de piedra de fuego que suele haber en los lechos de los r铆os.
No era blanca ni tampoco negra.
El Sol le dijo entonces a la mujer: “V谩monos a mi casa”.
Pero la mujer le dijo: “No se lo dije a Tuenkar贸n”.
“Eso qu茅 tiene que ver”, le replic贸 el Sol.
Pero la mujer le contest贸: “Eso no lo puedo hacer de ninguna manera”.
“Entonces, dijo el Sol, vente bien temprano a prepararme la comida”.
“Est谩 bien, le dijo ella, y tambi茅n le dir茅 a Tuenkar贸n para quedarme contigo”
. Y efectivamente, al otro d铆a la mujer vino muy temprano, le hizo comida cocida, le as贸 ocumo, arranc贸 yuca, la rall贸 e hizo casabe. Aquel d铆a se qued贸 a dormir con el Sol y desde aqu茅l d铆a vivieron siempre juntos. Y encontraron (tuvieron) varios hijos; y esos fueron los Makunaima.
Algunos indios dicen que los nombres de la madre de ellos era Aromapadu茅n. Y que los nombres de los hijos fueron los siguientes: Meriwarek, el primog茅nito; luego Chiwadapu茅n, hembra; Arawadapu茅n, segunda hija, y Arukadar铆, el m谩s peque帽o, que muchas veces se le llama Chik茅". FIN.

*El ocumo (Xanthosoma sagittifolium)
El ocumo, conocido tambi茅n como turmero, guaje, malanga, mafafa, etc, en realidad son dos plantas herb谩ceas de la familia de las Ar谩ceas, denominadas cient铆ficamente Xanthosoma sagittifolium y Colocasia esculenta, cuyos tub茅rculos son utilizados como alimento en Venezuela y en otras regiones de la Am茅rica Central y de las Antillas.
Esta planta es perenne, llega a medir 1,5 metros de altura, con rizoma caulescente erguido. Sus hojas son grandes, pecioladas, aovado-sagitadas. Sus flores son blancas, aflechadas, de inflorescencia en un esp谩dice carnoso, cil铆ndrico. Vive en lugares c谩lidos, h煤medos y sombreados; es silvestre y se cultiva con fines alimenticios, medicinales y ornamentales. En ingl茅s esta planta se llama elephant ear, malanga root.